Desafiando la gravedad


Todo comenzó mientras intentábamos cruzar al otro lado del lago, cuando la noche se volvía un poco silenciosa y húmeda. La reluciente oscuridad protagonizaba aquel relato que parecía ser común y corriente, donde los pasajeros de la embarcación empezaban a descansar un poco en aquella madrugada tenue y poco expresiva. Pero de repente un fuerte viento comenzó a soplar del lado contrario, levantando olas que azotaban el barco. El movimiento se hacía aún más fuerte y aquella tranquilidad se había convertido en una inesperada tormenta. Justo ahí, cuando estamos cruzando, es en el espacio de transición donde se levantan las tempestades, al pasar de nivel es usual encontrarse con una fuerza contraria que intentará hundir el barco, pero el momento más oscuro de la noche traerá un amanecer fabuloso.

Luchando contra la corriente y tratando de ser diferentes al sistema, nuestra embarcación parecía venirse abajo, la tempestad se volvía más grande, pero estábamos convencidos de que íbamos a ser transicionados, aunque se levantara el mar. Sin embargo, la desesperación se unió para formar parte del relato, y trajo consigo a la duda, las cuales empañaron nuestra visión espiritual, entonces comenzamos a ver la magnitud de la tormenta y nos preocupamos por las olas.

En medio del perturbante escenario, apareció Jesús, quien debió haber estado con nosotros en esta crisis, que debería por lo menos ayudarnos a remar. El maestro que nos ha enseñado tantas cosas, quien ha caminado a nuestro lado y somos sus discípulos, pero el parecía observarnos desde lejos planificando esta historia. El venía hacia nosotros caminando sobre las aguas, haciendo cosas sobrenaturales, desafiando la gravedad, pero no lo reconocíamos, porque nuestra visión estaba pobre, entonces empezamos a verlo como un fantasma, comenzamos a culpar a satanás de nuestra crisis, y a ver demonios. El mismo Jesús que caminó con nosotros, hoy lo vemos caminar y nos asusta, pero Él nos conforta y nos dice: "No temas, que siempre llego a tiempo".

Entonces yo, quiero hacer cosas sobrenaturales también, quiero empezar mi ministerio y caminar sobre las aguas, pero necesito una confirmación: "Si eres tu Jesús, el que está con nosotros, haz que yo camine". Así pasó, empecé a caminar y la vez, estaba saliendo de un circulo de duda, donde los demás tenían miedo y se quejaban. Pero todos los ojos estaban puestos en mí, muchos de ellos contaban mis pasos y esperaban que me hundiera, pero otros apostaban a mí, mientras yo caminaba hacia Jesús. Mi mirada estaba puesta en Él y comenzaba a experimentar otra dimensión, al fin mi ministerio era ensanchado y estaba desafiando la gravedad, esta fuerza que me atrae hacia las cosas naturales ya no me limitaba. Es increíble como una tormenta se convierte en una oportunidad para subir de nivel y experimentar más.

Es entonces cuando una ola mojó mis pies y me di cuenta que estaba en el agua y que podía hundirme, cuando oigo las quejas de otros y recuerdo que no sé nadar, o simplemente el orgullo me dice que no necesito mirar a Dios, que todo esto ocurre por mí mismo. Oía los vientos y la duda me hacía quitar la mirada del maestro, entonces inmediatamente comencé a hundirme, es como si mis pies dependieran de mi mirada, hasta que finalmente desesperado comencé a gritar diciéndole al Señor que me ayude, pero a Él no le interesan mis imperfecciones, sino que siempre está ahí para salir en mi rescate. Creo que aprendí la mejor lección de mi vida: Aunque todos se decepcionen de ti, Dios nunca se decepciona, porque Él sabe lo que va a ocurrir, aunque dudes y caigas, Él te levantará y te dirá sonriendo: "Muchacho de poca fe, solo se trataba de mirarme", pero hay un propósito en esto, enseñarte a depender de Él, y hacerte saber que su gracia siempre estará ahí para evitar que te hundas.

Por: Moisés Mota Hernández

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