La mayor expresión de amor.
Voy
a empezar este tema un poco brusco. Y antes de plantear el tema de forma
aplicable voy a teorizar un poco. Para poder entender el término amor, hay que
remontarse al origen de la palabra.
En
griego, hay distintos términos para expresar lo que nosotros llamamos amor.
Pero los más conocidos son philéo y agápé.
Philéo
es
el término más usado de todos, y en general, designa la inclinación hacia una
cosa o hacia una persona. Es la relación de amor hacia parientes. Este amor designa la amistad, afecto y
cariño.
Ahora
bien, cuando vamos a hablar del amor agápé, es otra dimensión de
amor.
Este amor tiene un significado especial, ya que se emplea para expresar el amor de Dios a la vida que está
basada en dicho amor y que deriva de él.
Estas
dos palabras griegas, las vemos claramente usadas en la Biblia. Y uno de estos
casos fue cuando el Señor Jesús le pregunta a Pedro, ¿me amas? Vamos a usar el
texto de Juan 21 donde se plantea este caso, y lo que haremos es, que donde se
emplea la palabra amor colocaremos el origen griego, sea philéo o agápé.
«Cuando
hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me agápé más que éstos? Le
respondió: Sí, Señor; tú sabes que te philéo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.
Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me agápé? Pedro le respondió:
Sí, Señor; tú sabes que te philéo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le
dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me philéo? Pedro se entristeció de que le
dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú
sabes que te philéo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.» (Juan 21:15-17)
Aquí
vemos claramente que las dos preguntas que le hace Jesús a Pedro, le habla de
un amor que trasciende lo normal. Un amor genuino y puro, un amor que solo
puede ser producido en una relación íntima con Dios (este es el amor agápé).
Pero Pedro, las dos veces le responde con un amor fraternal y limitado (este es
el amor philéo). Es como si Jesús hubiera dicho: Pedro, ¿me amas? Y Pedro
contestaría: Señor, yo te quiero. Jesús le habla de amor y Pedro habla de un
querer.
El
amor es más fuerte y más profundo que el querer. Dios más que querernos, nos
amó y nos ama.
Entendiendo
todo esto, nos hacemos la siguiente pregunta:
¿Cuándo
y dónde nació el amor?
El
amor no nació en la mitología Griega y muchos menos en la Romana, tampoco nació
en el origen de cupido o dios eros, mucho menos en el año 498 d.C., cuando el
papa Gelasio I, declaró el 14 de febrero como el día del amor.
El
amor es desde la preexistencia, el amor emana y nació en Dios. Antes de todas
las cosas, Dios nos amó. Ese amor fue antes de la creación, fue antes del
principio. Dice la Biblia:
«Según
nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su
voluntad,»
(Efesios
1:4-5)
Antes
de la fundación de todo lo que vemos, Dios nos escogió y nos amó.
Ahora
bien, debemos de saber, que ese amor no sólo nació en Dios, sino que Dios es
ese amor. La palabra de Dios dice:
«El
que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.» (1 Juan 4:8)
Ese amor
Dios lo expresó de una manera tan fuerte, que se hizo carne. Ese amor es Jesús.
La Biblia lo dice de esta manera:
«Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» (S.
Juan 3:16)
Ese
amor lo expresó por medio de Jesús, entregándolo en propiciación por nuestros
pecados. «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados.» (1 Juan 4:10)
El amor viene de Dios y ese amor vino hecho carne, ese es Jesús, la mayor expresión de amor.
Por: Yariel Tejeda
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