Cuando hacemos llorar a Jesús


Que lamentable es dejar que la situación nos convenza de que ya no hay escapatoria, cuando ya no importa la fe, ni lo que creemos, sino que estamos seguros de que no hay nada que hacer, ya todo murió.

Ante una muerte repentina, que comenzó con una enfermedad leve, pero que no le pusimos la suficiente atención, porque la dejamos en manos de Dios, pero hoy lloramos de dolor porque todo se destruyó. A pesar de que hicimos todo el esfuerzo, oramos con todas las fuerzas y con toda la fe, pero es como si ese tal Jesús no estuviese interesado en nuestro caso. Como si se haya olvidado de nuestros tiempos de intimidad, donde nos hacía llorar y reír en nuestra habitación, a puerta cerrada, donde nos contaba sus sueños a través de revelaciones, donde sabíamos sus secretos y lo conocíamos más que a nadie.

¿Qué pasó? Si hoy tenemos el mismo nivel de santidad, ¿Por qué ya Él no se muestra en esta situación, si nunca le fallamos? ¿Por qué vemos a otros prosperar y lo único que tenemos se va? ¿Por qué Jesús no vino a tiempo, si hicimos lo correcto?

Es casi normal que tu mente te haga esas preguntas si viste perder algo valioso, a pesar de que pusiste toda tu confianza en Dios. Como se lo preguntaban dos buenas amigas de Jesús al ver perder a su amado hermano que también era el amigo íntimo del maestro.

Marta y María habían visto a Jesús personalmente, y guardaban una estrecha relación de amistad con Él, sobre todo su hermano Lázaro, que acababa de morir, el era su gran confidente. Pero no hubiese muerto si Jesús hubiese llegado a tiempo cuando lo solicitaron en medio de su enfermedad. Todo el que se enteró de aquella situación tenía sus razones para llamarlo “irresponsable e impuntual”, lo habían mandado a buscar con anticipación y se apareció cuando quiso, sin embargo, todo esto era parte de un plan estratégico divino.

Cuatro días después llega el gran amigo de Lázaro, al que todos culpan de imprudente… Pero ¿Por qué cuestionamos a Jesús? ¿Por qué lo culpamos a Él, si Él puede dar vida a aquello que murió, si Él puede reconstruir y restituir cualquier cosa para que nuestra historia continúe? Lo llamamos y no llegó, porque quiere mostrarse de la forma más gloriosa, quiere exhibirse, quiere que todos se enteren de lo que va a hacer en nosotros.

Al ver los cuestionamientos y al ver que María y Marta le reclaman con tristeza por no haber venido antes, Jesús comenzó a llorar públicamente, como si algo le doliera en su corazón. Es que, si compartimos momentos de amistad con Él, si lo conocemos más que todos, si regularmente compartíamos, si nos contaba lo que había hecho, lo que quería hacer, si conocemos si poder sin igual, porqué nos damos por vencido como si Jesús no pudiera hacer nada por nosotros. Hoy delante de todos lo acusamos de irresponsable, pero también estamos seguros de que Él no es capaz de dar vida a aquello que murió.

Sin embargo, Jesús había viajado ansioso por hacer aquel milagro y resucitar a su amigo, había llegado al lugar donde lo tenían con el ferviente deseo de que todos vieran el poder de Dios, tal vez esperaba con sus amigas que tanto lo conocían, les dijeran a todos los presentes que Jesús podía hacer algo extraordinario con su crisis. Si lo más valioso se te ha ido y otros ven tu muerte, a pesar de que eres fiel a Dios, empieza a decirle al mundo que tu amigo viene de camino, aunque hayan pasado cuatro días. Guarda silencio, deja que Él actué, pero nunca hagas llorar a Jesús.

Por: Moisés Mota Hernández

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