Corazón que sabe escuchar


Aún permanezco pendiente a ellos, a pesar de lo mucho que me han hecho sufrir. Los observo desde lejos y casi no les hablo, pues no les interesan mis palabras. Todo este tiempo los he amado y los he cuidado, pero ellos me pagan con mal. Los puedo mirar como permanecen en silencio sin ningún cargo de conciencia, mientras la noche se vuelve cada vez más oscura y silenciosa. Mi lámpara aún sigue encendida porque todavía hay un poquito aceite en ella, pero es como si no se dieran cuenta que la llama se puede apagar en cualquier momento.

Hace mucho me construyeron un hermoso hogar, como yo les ordené, habitaba entre ellos y me sentía a gusto, pero últimamente han tomado mi altar para hacer cosas que no me agradan, han jugado con lo santo, principalmente esos dos jóvenes sacerdotes Hofní y Finees. Ellos son malvados y sus acciones me han hecho enojar mucho, pues toman mis ofrendas para ellos y llevan a todo el pueblo a hacerme daño, pero lo que más me molesta es que su padre Elí, que también es sacerdote, no los castiga, ni tiene autoridad sobre sus propios hijos. Ya le comuniqué lo que haría con ellos, les hice saber cómo me siento al respecto. Voy a destruir su familia porque me han tratado muy mal, y yo soy Dios justo y poderoso, que recompenso a los que me son fieles, pero su falta de respeto ha provocado que mi grande misericordia se acabe para con ellos. No escuchan, ministran en el altar y viven una doble vida, se paran en los pulpitos y tienen pecados ocultos, creen que se burlan de mí. Son sacerdotes y grandes llamados, pero se roban mis ofrendas y prostituyen los dones, me quitan la gloria mientras actúan con la conciencia cauterizada. Lo peor es que sus líderes y pastores encubren el pecado y no son capaces de corregirlos. Ellos se afanan por hacer más, que no les da tiempo descansar en mi altar, ni escuchar mi voz. Pusieron en primer lugar los lujos y los logros, para ellos es más importante el dinero.

Pero entre ellos hay un niño, un hermoso jovencito que en esta insípida noche está descansando en mi santuario. Nadie lo conoce y pasa desapercibido entre las personas, pero no puedo dejar de fijarme en él. Me encanta que a pesar de que no me conoce lo suficiente, ni ha tenido experiencias personales conmigo, ha decidido ser fiel a mí. Tal vez nunca ha predicado un sermón expositivo con una exegesis profunda, pero ha tomado las cosas que le han enseñado para aplicarlas a su vida, tal vez nadie lo vi para en un gran escenario entonando un hermoso cantico que sorprendió a todos, pero su corazón me ama de verdad, tal vez nadie lo conoció como el gran ministro, pero le encanta servirme y no le importa que lo vean o no, porque lo hace para mí. Tiene corazón de niño, se detiene en los detalles, en la belleza de mi casa. Disfruta ver salir el sol, mientras tiende su cama y limpia su cuarto pensando en mi grandeza; imagina como lo poderoso que soy al mirar cada estrella que alumbra por encima del cielo. Él vive entre los pecadores y los que me hacen daño, pero decidió ser diferente, porque conserva un temor hacia mí, que lo ha llevado a la santidad.

Es tan tierno estar cerca de él cuando ora cada noche repitiendo las dulces palabras que su madre le enseñaba, después de cantarle una canción antes de dormir. No está afanado en hacer mucho, sino en hacer lo correcto, y no está tan ocupado como para no descansar. Sé que es la única persona que me prestaría atención, él único que tiene tiempo para saber cómo me siento.

Alma de niño, corazón que sabe escuchar. He visto su humildad y amo saber cómo crece en lo secreto, como habita en mi casa. Lo recompensaré en público y todos lo conocerán, porque todo comenzó aquí cerca del arca del pacto, aferrado al compromiso. Lo llamaré mientras duerme, sé que me va a escuchar y estará dispuesto a todo por mí, este es el momento oportuno… ¡Samuel! ¡Samuel! ¡Samuel!... Él empieza a abrir sus ojos, y aunque no conoce mi voz, no volverá a dormir hasta que sepa quién soy, me gusta esa inquietud por conocerme; le preguntará a quienes me han odio hasta darse cuenta quién lo llama y responderá al llamado. Todos están a punto de ver un sacerdote fiel, profeta y juez, que forma parte de una generación criada en lo secreto.


Préstame tus oídos y te contaré mis secretos, te diré cómo me siento y te mostraré lo que está por venir. Aprende a descansar en mí, que, si aprendes eso, cualquier noche mientras duermas escucharás un susurro que te despertará.

Por: Moisés Mota Hernández

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