El secreto de la Unidad


La controversial historia de la política dominicana es protagonizada por distintas entidades y organizaciones sociales, y como todo sistema democrático, existen diferentes partidos políticos con el fin de promover la participación de los ciudadanos, y con criterios y fundamentos particulares. 

Una de las principales fuerzas políticas de la República Dominicana es el Partido Revolucionario Dominicano, fundado en Cuba, en 1939, por el profesor Juan Bosch. Sin embargo, al analizar su historia nos damos cuenta que en ella han sucedido crisis significativas desde su fundación, y el partido se ha divido en diez ocasiones, haciendo que cada vez más disminuya su poder y su influencia. Actualmente dicha entidad ha perdido las elecciones cinco veces de forma consecutiva, y en las elecciones generales más recientes disminuyó más de un millón y medio de votos, comparados con los anteriores comicios, debido a su última división ocurrida en el 2014. De esa forma el partido de mayor arrastre político en los últimos 40 años, obtuvo la menor cantidad de votos en toda su historia. Bien lo dicen las sagradas escrituras, “Un reino dividido no permanece”.

Pero hablar de unidad nos lleva también a estudiar un acontecimiento bíblico muy interesante. Aquel momento en que la persona más importante que ha pisado este planeta, hizo una promesa que aún nos beneficia como creyentes. Jesús estando en Jerusalén, antes de ir al cielo, les comunicó a sus discípulos lo siguiente: “…quiero que sepan que el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes, y que recibirán poder para hablar de mí en Jerusalén, en todo el territorio de Judea y de Samaria, y también en los lugares más lejanos del mundo.” (Hechos 1:8 TLA)

Sin embargo, lo más fascinante del relato es observar en ellos la necesidad por recibir esa promesa, que los llevo a permanecer en aquella habitación donde sería manifestado el derramamiento del Espíritu Santo. Tal vez algunos se desesperaron y se marcharon, pero aún permanecían aquellos fieles y perseverantes que sabían el valor de estar unidos.

Pero un día especial, donde se celebraba una de las fiestas religiosas principales, llamada el Pentecostés, la multitud permanecía unánime, con la misma necesidad, con el mismo sentir, con la misma fe, con la misma entrega, porque anhelaban sentir lo que Dios le había comunicado. Sin importar el tiempo, sin importar las necesidades personales, la distancia o las preocupaciones diarias, aquel grupo de personas parecía no retroceder hasta ver lo prometido, eran como 120 personas, en aquella ajetreada mañana.

Mientras oraban y estaban en comunión, como a las nueve de la mañana de aquel día, vino sobre ellos un estruendo como un viento fuerte y lleno el lugar donde estaban reunidos, entonces fue recibieron el mayor avivamiento de toda la historia. Recibieron el poder del Espíritu Santo para hablarles a otros las buenas nuevas de salvación y convencer a multitudes al arrepentimiento. Todo inicia con la unidad y con la entrega, y como resultado se forma la iglesia cristiana.

Es uno de los sueños de Dios, que seamos uno, sin importar las diferencias, criterios o dogmas. “…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 17:21 RVR1960).

Dios producirá los grandes avivamientos y nos dará las mayores victorias si aprendemos a unificarnos como un cuerpo. No se trata de golpearnos unos con otros, ni de criticarnos, se trata de caminar con una visión en común, de ayudar a quien no tiene fuerzas para seguir caminando; no de envidiar al que va delante, sino de alegrarse por los logros del que camina junto a ti. El mundo va a creer cuando seamos uno, y recibiremos poder cuando estemos unánimes, es el secreto de los pueblos que avanzan, de las naciones que permanecen, simplemente están imparablemente unidos.

Por: Moisés Mora Hernández 

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