Víctima de un propósito perfecto
En mi corazón arde un fuerte deseo por servir y por hacer la voluntad de Dios, tener un cargo público en uno de mis mayores logros, nunca imagine que todo sucedería de esta manera. La gente me ve como un ejemplo y admira mi sabiduría, es casi normal que me aplaudan y que me reconozcan pero estoy consciente de que no se trata de mí, soy un reflejo de Jesús.
Ya me acostumbre a vestir con ropa de marca y a usar los mejores trajes, a andar entre gente famosa y a tener autoridad, aunque nada de eso resulta esencial cuando entiendes que todo es producto de una recompensa divina. Muchos me observan y desean mis bienes y mi poder, otros se asombran por mi capacidad de administrar las cosas, algunos se sorprenden porque toda la nación ha prosperado significativamente desde que soy gobernador, y aunque, nunca he sido aficionado con la política, pero pocos conocen mi historia.
Hoy soy el que tiene la familia perfecta, el que Dios usa con poder, aquel siervo que ha llegado donde nunca jamás había pensado, pero hay antecedentes que muchos desconocen, hay un relato de impotencia y dolor que decora mi pasado, y que hoy entiendo que todo sucedió por un plan divino.
Tengo que contarles todo lo que ha sucedido en mi vida: Yo era un jovencito soñador, sobreprotegido por mi padre. Pasé la mayor parte de mi vida sin mi madre, pues ella murió cuando nació el último de mis doce hermanos. Yo nací antes que el menor, y mi padre amaba mucho a los dos más pequeños, pues éramos hijos del gran amor de su vida.
Mientras mis hermanos trabajaban y suplían las necesidades del hogar, yo hacía alarde de los privilegios que tenía ante mi padre y como él me destacaba entre los demás. Y lo que siempre recuerdo es que Dios empezaba a tratar conmigo en sueños y veía revelaciones de cómo Él me iba a usar y llevar lejos, entonces las contaba a todos mis hermanos y ellos sentían celos, nunca es bueno contar los planes que Dios tiene contigo a todo el mundo, muchos no entenderán. No sabía nada de eso, era solo un niño, no hacía las cosas para causar envidia, solo porque estaba emocionado y quería expresarlo. Recuerdo que un día mi papá me hizo un hermoso traje de muchos colores, estaba tan emocionado y comencé a mostrarlo a mis hermanos, fue entonces cuando ellos explotaron de envidia y de rencor, porque era el favorito de todos y porque todo lo que hacía lo reconocían. A partir de ese día mi vida se convirtió en una travesía. Ellos intentaron matarme, pero tuvieron piedad y me echaron en una cisterna para que me muriera.
Tiempo después, ellos me encontraron vivo y me vendieron a unos extranjeros, los cuales me llevaron a trabajar para ellos. Dios me respaldó entre ellos y me convertí en la mano derecha de uno de los principales oficiales del gobierno.Pero un día mientras trabajaba en su casa, su esposa empezó a seducirme y me obligó a acostarme con ella, en ese momento escapé de ella como pude, porque no quería traicionar a mi señor. Sin embargo, aquella mujer, decepcionada, le confesó a su esposo que era yo quien la estaba acosando. Esa acusación me llevo a la cárcel por mucho tiempo, pero Dios permanecía conmigo y me uso para interpretar los sueños de los presos.
Un día me mandaron a llamar del palacio, pues el Faraón había soñado algo y quería saber de qué se trataba, mi fama había llegado a sus oídos, y recomendado por uno de sus servidores, me solicitó. De inmediato, por la gracia y el favor del Espíritu Santo, Dios me habló y me dijo la interpretación de la visión. Se trataba de una escasez que se aproximaba y había que administrar correctamente los bienes del estado. Desde ese día soy gobernador, la segunda persona más importante de este país, después del Faraón, quién me puso para dirigir todo.
A pesar de todo lo que pasé, siempre traté de ser fiel, pues en mi alma estaba un ardiente temor de Dios, Él era mi amigo, mi consejero, mi compañía en las noches de soledad, cuando los demás se olvidaron de mí. Nunca le pregunte ¿Por qué? Ni lo cuestioné, sino que mi inquietud era saber ¿Qué debo hacer? Y como aprendí escuchar su voz, a esperar y a hacer su voluntad, hoy disfruto de sus bendiciones.
Si estás pasando lo que yo pasé, solo te digo que tu cárcel no es tu final, hay un palacio que te espera, Dios organizará las cosas, porque su propósito es perfecto. No te pongas a cuestionarlo, porque cada cosa que Él hace es para enseñarte y para moldear tu carácter. Ya no soy el niño inmaduro y a veces presumido, hoy soy un servidor dispuesto a reflejar a Cristo y a hablar de sus maravillas, soy José.
Por: Moisés Mota Hernández
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