Sin Escapatoria


La cárcel más oscura de tu alma se llama tu propia carne, la que te incita y te seduce a hacer las cosas que no quieres hacer y te vuelves esclavo del pecado. Con la tentación no se negocia, nunca la puedes manejar, a pesar de que tu mente trata de convencerte de que puedes controlar todo, pero es una mentira que suele pasar desapercibida. La única forma de controlar tus propios deseos es cuando dejas que Dios viva dentro de ti, cuando renuncias a tu voluntad y le permites al Espíritu Santo habite en tu vida. Vivir en santidad cuesta, es un sacrificio diario, mientras estés encerrado en un cuerpo contaminado la única forma de ser fiel es cuando estas cerca de aquel que es tan santo, que derrite tu carne.

Por más fuerte que seas nunca podrás escapar, por más madurez que tengas, si soportas un segundo más ante la tentación, lo más probable es que ella se burle de ti en los próximos minutos y te amarre sin que te des cuenta. Yo creía que era fuerte, de hecho, físicamente lo soy, porque Dios me dio ese don, pero mi mente estaba muy débil y carcomida por una de mis mayores debilidades, las mujeres.

El Espíritu de Dios venía sobre mí y me daba fuerzas físicas sobrenaturales y podía combatir al pueblo enemigo sin necesidad de muchas armas. Todos se asombraban por mi fortaleza, querían saber cuál era el misterio que operaba en mí, es que Dios me había elegido desde niño para ejecutar un propósito divino, pero nunca le di valor a esa asignación.

Yo era juez de Israel, y como todo ministro y líder debía cumplir serias instrucciones del Señor, tenía la responsabilidad de vivir apartado y de hacer su voluntad. Sin embargo, seducido por las mujeres del pueblo enemigo, con las cuales me había envuelto sentimentalmente, cometí muchos errores. Podía casarme con una de mi propio pueblo, esas que son amables y delicadas, que hablan con honestidadvisten con pudor, pero las extranjeras tenían mejor aspecto, me impresionaba mucho su belleza física, tal vez me llamaba la atención sus esculturales cuerpos y como la vestimenta que usaban lo definía tanto.

Yo era lo suficientemente joven y atractivo, como para estar en medio de chicas elegantes y sentir como estas me miraban con agrado. Conocí una joven del pueblo enemigo, una chica filistea, era muy astuta, y seducía a los demás de una forma casi inconsciente. Era exageradamente hermosa, me impresionaba verla de abajo hacia arriba, como que algo se encendía en mí. De esas jóvenes que se visten para que todos la miren, y aman publicar fotos en las redes sociales mostrando un poquito más de su físico. Ella presumía un poco por sus atractivos y por su inteligencia, tal vez eso me atrapó un poco más. Lo cierto es que desde que la vi me envolvió por completo, me enamoraré de aquella joven llamada Dalila y me casé con ella. Esa joven no era la perfecta, ni la chica cristiana, como mis padres me habían aconsejado, y como los pastores me recomendaron, pero no me importaba, yo la invitaba para los cultos de los domingos y estaba empezado a orar por ella, consideraba posible que aceptara algún día al Dios verdadero, pero olvidaba que nadie puede servir a dos señores.

Ella comenzó a seducirme, me involucré tanto en esa relación que olvidé un poco los asuntos ministeriales. Me chantajeó para investigar cuál era el secreto de mi fuerza, hasta que finalmente lo consiguió, y supo que era mi cabello. No me había dado cuenta que solo hay una forma de salir de la tentación, que es huir.

Ella me cortó el pelo y me entregó a los filisteos, que hoy me tienen preso y encadenado. Me dejó sin fuerzas y me sacaron los ojos, hoy perdí mi visión espiritual y mi unción, soy objeto de burlas, y todo por causa de no salir a tiempo de una tentación. Pero Dios es fiel, lo sé, y reconozco mis faltas, aunque Satanás se burla de mí y parezco estar ciego, pero el reino de las tinieblas no sabe que me está creciendo el pelo y que Dios está preparando algo nuevo en mí, desde que vio mi arrepentimiento.

No te dejes envolver, tu enemigo sabe tu debilidad y te atacará por donde caes, preparará el momento justo para tentarte y envolverte, pero huye a tiempo, porque luego no podrás escapar.

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