La Sangrienta tortura de un inocente (Parte 2)


Todos sabemos o tenemos el ligero presentimiento de que este día no es común, es totalmente diferente y no solo porque en todas las calles se comenta y se habla del controversial juicio de Jesús, sino porque entendemos que el hombre más noble de toda la historia va a ser ejecutado públicamente sin ninguna culpa, pero sé que es un propósito divino que traerá redención a toda la tierra. Ha venido un cordero santo para curar a los impuros, un hombre perfecto que habitó entre imperfectos para hacerlos aptos ante su padre que es creador de todas las cosas, Jesús vino a restaurar nuestra relación con Dios, aquella que perdimos cuando desobedecimos en el principio, pero ya no estaremos distantes por Él.

El desenlace de nuestra historia conserva un alto contenido sangriento, que talvez no alcancen estas palabras para describirlo. Yo, aún estoy a unos cuantos metros del maestro y puedo ver lo que está ocurriendo. Luego de Jesús haber sido sentenciado, lo han llevado a un lugar público para azotarlo, de una manera despiadada e inhumana, los soldados romanos parecen disfrutar toda esta escena de sangre y tortura, como si se trata de algo que les causa placer o alegría, se burlan del maestro y lo escupen en la cara, mientras el permanece en silencio. Ordenan darle 39 azotes con un látigo con puntas de plomo, le quitan la ropa para proceder, y así se desarrolla el martirio.

Las tiras del látigo son pegadas tan fuerte en el cuerpo de Jesús que cortan su piel, y corre sangre inmediatamente por todo su cuerpo. Las puntas de plomo son enterradas literalmente en su cuerpo como clavos en madera, entonces aquel lugar fue inundado en pocos minutos por la sangre del sentenciado. Su piel es irreconocible, y no se puede mantener en pie por el dolor; está deshidratado y muy débil, ya que no durmió nada la noche anterior. Luego de aquel sangriento y lento azote, que a la vez fue un entretenimiento para los soldados romanos y los judíos que observaban, proceden a continuar con la burla pública. Traen una túnica, lo visten, le dan un palo como cetro, para representar autoridad, y le clavan en su cabeza una corona llena de espinas que atraviesa su cráneo. El cuero cabelludo empezó a sangrar y mientras intentaban estabilizarlo y ponerlo de pie, la mayoría se arrodillaba mofándose y gritando ¡Miren el Rey de los judíos! Todo un espectáculo, donde no solo vemos a un demacrado personaje, sino que también es el “payaso del circo” para ellos. Le quitan el palo de sus manos y lo golpean en la cabeza, haciendo que las espinas se entierren aún más, Él cae al suelo.

Después de esta magistral puesta en escena, trasladan al acusado al gran lugar de ejecución “El Gólgota”, lugar de la calavera, donde se mataba a los malhechores, aquel alto monte ubicado en la entrada de la cuidad. Algunos por aquí comentan, de acuerdo a sus tradiciones, que en ese misterioso lugar está la cabeza de Adán, el primer hombre, el que trajo el pecado por su desobediencia, me sorprende que un segundo hombre viniera a morir al mismo sitio para traer vida.

Jesús va a ser crucificado y es obligado a cargar su cruz, como era de costumbre. La temperatura y el sol son inminentes, aquel deshidratado hombre no puede sostenerse en pie y se cae de nuevo en el camino por el enorme peso de la cruz. Entonces, para adelantar el proceso, es dada una orden a un extraño que caminaba en la multitud para que le ayudara. La gente lo insulta y lo escupe, Él no dice nada, pero en este largo camino no deja de votar sangre.

Continuamos el trayecto, y finalmente en la cima, lo tiran violentamente sobre una cruz, en la cual le clavan sus manos y sus pies, junto a dos ladrones, entonces levantan la cruz en aquel tenebroso monte. Su posición y su estado corporal hace que, al cabo de unas horas, se acalambren sus nervios, y se desangre completamente.

En medio de su dolor y asfixia lo he visto decir solo siete cortas frases, ha hablado muy poco. Primero lo escuché rogando al padre para que perdone a los que le han hecho mal, luego dando salvación a uno de los ladrones que estaban a su lado, diciéndome que cuide de su madre, dando un grito a su padre celestial en medio de su dolor. Lo he visto decir tengo sed, y veo que es tan profunda su debilidad, pero finalmente oigo de Él un susurro que dice que todo está terminado, y que entrega su espíritu a su amado padre.

¡Ha muerto! Nadie pudo quebrar sus huesos, nadie hayo en Él culpa, el velo del templo se rasgó y nos dio apertura a su presencia por su sangre derramada. No se ha conocido otra historia más sangrienta que esta, nadie pudo derramar más sangre, que aquel que se hizo maldito para darnos salvación y murió de la forma más humillante para que hoy recibamos su perdón. Si acabas de ver literalmente una tortura, debes saber que todavía ese sacrificio sigue impactando personas, que todavía esa sangre sigue sanando almas. ¡Ya no mereces estar muerto alguien murió por ti!

Por: Moisés Mota Hernández 

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