Borrachos de Fama
Vivimos en un mundo posmoderno, globalizado e influenciado en extremo por las corrientes de la tecnología. Un mundo lleno de personas que cada día más se preocupan en lo de afuera más que en lo de adentro, en lo externo mas que lo interno.
Hoy se vive de la apariencia y de lo que la gente puede percibir a primera vista. Y claro, las redes sociales han sido el empuje mayor para este estilo de vida. Estas mismas también han llevado a otro nivel lo que es la publicidad. La publicidad de una década atrás no es la misma de nuestros días.
¿A cuántos de nosotros nos han engañado con una buena publicidad o una buena caratula, ya sea porque la vimos y tenía una buena apariencia y estética, o porque nos vendieron que ese producto lo necesitamos cuando en realidad no teníamos necesidad de dicha cosa? Estamos en un mundo que con un poco de dosis publicitaria, cambia la perspectiva de su alrededor.
Este caso no solo sucede con los productos, sino también con las personas.
¿Acaso conoces a personas que reflejan una buena imagen? ¿Que venden la vida perfecta y que aparentemente todo está bien en su entorno? Ese tipo de personas muchas veces mueren por dentro, pero prefieren mostrar lo que no son. Porque para ellos es más importante su fama y su apariencia, que vivir una vida plena, espontánea y natural.
Este tipo de vida Cristo la denunció varias veces. Los encuentros entre él y los fariseos fueron muchos, y no fueron muy agradables que dicamos. Jesús condenaba ese estilo de vida.
El problema de los fariseos era que ellos querían vender una apariencia de piedad delante de las personas. Les importaba más la apariencia que la esencia, más lo que podían decir las personas acerca de ellos, que lo que decía el Señor.
Observemos este texto para extraer los correspondientes principios:
Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. (Mateo 21:18-19)
Aquí vemos a Jesús con hambre, y dicha hambre lo lleva a buscar que comer. En esa búsqueda ve a los lejos una higuera florecida, y cuando va a dicha higuera esta no tenía frutos.
Cuando vemos un árbol frutal lleno de hojas deducimos que tiene frutos. Pero esto no paso con esta higuera. Cuando Jesús vio la escasez de frutos, la maldijo.
La higuera tenía la apariencia pero no los frutos. Esta higuera representa la religión seca, vacía y sin frutos. La religión puede tener la estructura pero no conoce la esencia.
Tu vida puede estar llena de hojas y puede exhibir colores y robustez, pero si no tiene frutos, El Señor no la aprueba.
Ten cuidado de tomar mucha fama y apariencia sin esencia, esto te puede emborrachar.
Escrito por: Yariel Tejeda
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