Rejas del alma
Mi vida tenía muchos huecos y cosas por resolver, tenía un carácter fuerte y cortante, que parecía indicar que el amor y la piedad se habían congelado dentro de mí. Caminaba frío y con mucha seguridad, escondiendo las sonrisas y las muestras de afecto, no sé si era por el ambiente insípido en el que laboraba todo el día, lo cierto es que ya había dejado de vivir, solo existía.
Sabía exactamente el valor de la responsabilidad, era recto y había aprendido a cumplir órdenes. Las autoridades superiores no eran para nada tolerantes, aquel que fallaba en este cruel oficio tenía que pagar con su vida, y yo lo entendía muy bien. La cárcel es una universidad desalmada que te hace saborear una condena atroz y te obliga a ajustarte a ella, te enseña que pagas por lo que decidiste ser, sin misericordia, ni oportunidades. Aunque nunca fui un prisionero, pero mi trabajo era vigilarlos y asegurar el orden, no me importaban sus sentimientos, ni su estado físico, al fin y al cabo, merecían estar en el oscuro calabozo.
Ya no era una sorpresa ver la maldad encarcelada y la libertad escaparse en la vida de aquellos que la sociedad repudiada, pero sospechaba que este distinguido carcelero también tenía un corazón alojado entre rejas. Mi mal carácter e insensibilidad habían acabado con mi situación personal, llegaba a casa y discutía con mi esposa, le demostraba que ya no tenía ningún valor para mí, que no me interesaba estar atado sentimentalmente a nadie.
Recuerdo que una noche llegaron unos presos golpeados y maltratos, para mi eran normal ver semejante condición, pero estos tenían algo diferente, sus ojos reflejaban calma y paz. Los introduje en la celda del fondo, donde el rustico cemento y el suelo frío decoraban el inusual escenario. El ruido de la noche se atenuaba entre la soledad y la temperatura, dando paso al silencio acostumbrado. Pero de repente algo interrumpía la calma, una insólita melodía de aquel dueto de prisionero cristianos habían llegado allí de forma injusta, pero la crueldad y el dolor físico no les molestaba.
Yo trataba de conciliar el sueño, y dormitando entre pasillos pensé: ¿Por qué cantan tan contentos? ¿Qué les mueves a entonar una melodía en este preciso momento? Que alguien les diga que en la cárcel no se adora, allí todos se desesperan y se quejan, Esto parecía tan absurdo, sin embargo, no les hacía caso, estaba tan cansado.
¡Que me den una tutoría para saborear la felicidad! que me enseñen que la satisfacción no depende del dinero, cualquier preso pagaría por unas clases para experimentar la libertad del alma, aunque el cuerpo esté entre rejas. Y yo, aunque estoy libre de cargos, pero mi corazón está atado, necesito saber que tienen ellos por dentro.
De repente un fuerte terremoto nos asustó, sacudió las celdas y abrió las puertas, todo el mundo ardía de miedo, mientras corría para ver si los presos que custodiaba aún permanecía en sus respectivas recámaras, pero no fue así, no encontré a nadie, solo las puertas abiertas. Fue entonces cuando grité de desesperación, tenía muy en serio que mi vida corría peligro, si un carcelero deja ir a sus reos debe pagar con su vida.Saqué mi espada para suicidarme pues yo no soportaba tal agonía y al momento escuché a uno de los presos que estaban cantando, gritarme “¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!” (Hechos 16:28 NTV)
Me acerqué a ellos, comencé a llorar y me fui de rodillas, les pregunté por qué eran diferentes a los demás, qué debía hacer para tener la salvación para que mi vida sea libre. La respuesta más asombrosa que podrías salvar al mundo fue: Cree en Señor Jesucristo y serán salvos tú y tu casa.
¡Acepté a Jesús! Salí de la cárcel de mi alma y hoy puedo experimentar la libertad. No hay otra forma de encontrar la paz del corazón que no sea acercarse al que da la vida. Luego seguimos hablando de la palabra de Dios y los llevé a casa, Dios restauró mi hogar, ahora le hablo a todos de aquel que puede restaurar el corazón que se encuentra entre rejas. Si tu vida está en el calabozo y sientes un vacío en tu ser, hay un inmenso poder en creer, solo acepta a Jesús como tu salvador y Él te hará libre, eso te lo puedo asegurar.
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