Justificado y luego Santificado


Uno de los problemas que más miseria trae a la vida de un creyente, es confundir justificación con Santificación. Cuando pasa esto el evangelio en nosotros pierde su poder soteriológico, porque vemos una justificación por obras y no por fe. Esto nos deprime y nos hace vivir una vida cautiva y melancólica, ya que tratamos de agradar a Dios por obras y no por la fe en el sacrificio redentor de nuestro Señor Jesucristo.


Para entender mejor nuestro tema nos gustaría decir que la palabra justificación viene de la raíz hebrea Tsadag, que significa comúnmente "declarar justo". (Esto lo podemos ver claramente en el N.T. cuando se nos habla de la salvación).

Justificación es el acto soberano por el cual, Dios nos declara justo por él sacrificio hecho por su hijo en la Cruz. Y esto por pura gracia.

Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. (Romanos 3:24)

Cuando la Biblia habla de justificación es clara en afirmar que esta no es por obras, sino que es por fe, y esta fe es en nuestro Señor Jesucristo. Las obras de la ley nunca han podido justificar a alguien, solo el sacrificio hecho por Jesús es capaz de justificarnos delante de Dios.

Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. (Gálatas 2:16)


Después, y solo luego, de ver y entender lo que es justificación por la fe en Cristo, Dios derrama sobre nosotros su Espíritu que de manera progresiva nos transforma moralmente a la imagen de su hijo. Este cambio progresivo no es justificación. A este cambio le llamamos santificación.

Una vez Dios nos declara justos y nos acepta en Cristo (Justificación), empieza en nosotros un trabajo transformador por su Espíritu Santo (Santificación).

La justificación es instantánea. En el momento que yo declaro que Jesús es el Señor y que murió en la cruz por mis pecados, en ese mismo momento, soy justificado y aceptado por Dios. No así con la santificación. La santificación es progresiva. A medida que yo voy disfrutando de la plenitud de Cristo, el Espíritu Santo va transformándome hasta que yo pueda reflejar a Cristo a totalidad. Este proceso transformador no tiene fecha de terminación aquí en la tierra, Pablo dice así: estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; (Filipenses 1:6)

Cuando confundimos esto, nos deprimimos y nos frustramos con nosotros mismos. Porque tratamos de ser aceptados por Dios, por medio de nuestras obras morales. Queremos hacer obras justas pero tenemos un corazón lleno de pecado. No entendiendo que con nuestras fuerzas es imposible saciar la justicia de Dios.

El creyente tiene que entender que ya Dios lo acepto en Cristo. Ya que mis obras no saciaron la justicia de Dios, Cristo en su sacrificio lo hizo, por lo tanto, si nuestra fe descansa en el sacrificio hecho por Jesús en la cruz del calvario, ya Dios nos justificó y nos aceptó, ahora bien, las obras que yo empiezo a practicar en la nueva vida que Dios me ha dado, son fruto de la aprobación, la aceptación y la justificación que Dios tiene para conmigo en Cristo. Y estas se van perfeccionando a medida que el Espíritu Santo va trabajando en mí intrínsecamente.

Deja que Dios trabaje en ti y disfruta la plenitud de vida que Él te ha dado en Cristo Jesús.


Por: Yariel Tejeda

Comentarios

Entradas más populares de este blog

No dejes propósito por vereda.

Viviendo conforme a la voluntad de Dios

Un líder reformador