Adictos a la apariencia (Episodio 2)


Él no era el indicado, no tenía muchos seguidores en Instagram, no era tan reconocido en la iglesia, nunca llegó a predicar los domingos. No fue muy querido en su casa, incluso no participaba de las reuniones familiares; no era el más alto, ni el más elegante de sus hermanos, pero tenía un corazón muy obediente. Su padre le había otorgado una responsabilidad que se la pudiese haber dado a cualquier otro siervo suyo, cuidar ovejas no era un trabajo tan atractivo para un hijo, pero David lo hacía con agrado.

Con la melodía de su arpa desgastada y polvorienta, hacía dormir las ovejas cada tarde; las abrazaba, las alimentaba y cuidaba de ellas. Este delicado oficio le había dado la valentía de enfrentarse a cualquier peligro para asegurarse de que ellas estuvieran a salvo, no importaba si fuese oso o león, este jovencito lo asesinaba con una honda. Nuestro pequeño pastor había forjado en todo este proceso de silencio y soledad una actitud noble y compasiva.

Pero lo que llegó a sorprenderme es que Dios lo había elegido a él, nadie jamás llegó a imaginarlo. No cabe duda de que su nombre ha sido escrito en la agenda del cielo, y que llegaría a convertirse en un gran rey, con un corazón agradable al Señor.

Recuerdo aquel justo momento en que Dios me guio hacia su casa, me había revelado su plan de ungir al próximo rey de Israel. Para mí era un poco arriesgado, sobre todo si nuestro actual rey Saúl se enteraba de eso, podía matarme, pero el Señor fue muy cuidadoso a la hora de guiarme. Llegué a la residencia del futuro monarca, y la verdad es que no tenía ni la menor idea de quien llegaría a ser el agraciado, solo seguía paso a paso las instrucciones divinas. La logística era la siguiente: tenía que ofrecer sacrificio al Señor e invitar a todos los hijos de la casa, el padre Isaí me lo presentaba uno por uno.

Vi a Eliab, uno de sus hijos, y me sorprendió mucho su carácter y su elegancia; era alto, fuerte e inteligente, se nota que había terminado el Instituto Bíblico, que sabía predicar y que tenía aptitud para el reino, además de eso era un soldado destacado en el ejército ¿Qué más se puede pedir? Pero el Señor me dijo:

―No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón. (1 Samuel 16:7 NVI)

Así que seguí observando a los demás candidatos, Abinadad y Sama quienes eran también buenos guerreros, con excelentes dotes de liderazgo, sin embargo, Dios no estaba interesado en ellos. De esa forma, el padre Isaí me había presentado a sus siete hijos y ninguno había convencido al Señor.

La duda era inevitable y las preguntas en mi cabeza eran muchas, me detuve un segundo y le pregunté a aquel curioso padre: ¿Estos son todos tus hijos o no hay otro que se le haya olvidado invitar? ¿No hay por ahí un joven que nadie crea en su potencial? Busque bien a ver si encuentra algún pastor de ovejas que la gente no apuesta a él. Fue entonces cuando el padre hizo llamar a David que estaba en el campo, en el lugar del proceso.

Deberíamos dejar de ser tan superficiales, lo que hace a las personas grandes es su humildad y su capacidad de asimilar el proceso con obediencia y valentía. Dejemos a un lado la adicción de juzgar por lo que vemos y el empeño en convertirnos superficialmente en algo para que nos acepten. Aunque trabajemos en el silencio del campo, si lo hacemos con amor Dios nos va a reconocer en público, no es necesario hacerse una “selfie” después de matar al león con la honda para que la gente nos vea. La gloria es de Dios y esta es su obra, Él elige a quien desea, esto aprendí hoy…

… Con ojos claros, manos rústicas, y tal vez esté descalzo el muchacho, pero vino, está aquí y lo vamos a ungir.

Escrito por Moisés Mota Hernández

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