Haters


Aquellos que caminan por el mundo con una luz inusual siempre lucharán con quienes están acostumbrados a la oscuridad. Una lumbrera no puede esconderse, es imposible que la verdad pase desapercibida. Incluso el ser más influyente de toda la historia, llamado Jesús, estaba en la mira de personas que odiaban su forma de pensar.

Cuando el mundo está a punto de ser reformado por alguien, se levanta el murmullo de las masas que critican y denuncian el cambio, mentes débiles que se ajustan a patrones cuadrados y obsoletos basados en lo superficial. Los fariseos están en cada época añadiendo faltas a los propósitos perfectos y priorizando las formas, antes que la esencia. Les importa más cumplir con lo que está escrito, pero no se dan cuenta de que el que escribió todo está frente a sus ojos.

Están llenos de argumentos para condenar el mundo, pero no tienen la inteligencia para responder las palabras de Jesús. Nunca los había visto tan callados, tan cabizbajos como ese día que se tropezaron con un Dios de gracia. Habían planeado todo, era el momento perfecto para culpar de imperfecto al inculpable, para decir que el Maestro de los maestros era un hereje. Estaban las pruebas sobre la mesa: había aparecido una mujer sorprendida en pleno acto de adulterio, era un caso delicado donde el Mesías tenía todas las de perder.

Y no les digas a esos religiosos que debían amar y restaurar la vida de esa pobre dama pecadora, no les aconsejes que dejen las críticas, no les llames la atención diciéndoles que no está bien su actitud, que el amor al prójimo debe ser lo primero, porque su prioridad es acusar sin misericordia. Pero mucho menos les muestres un versículo bíblico para demostrarles que no tienen razón, porque saben más de la Biblia que tú, como cualquier apologista traumado.

Trajeron la mujer ante Jesús y le hicieron la pregunta trampa: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (Juan 8:4-5 RVR) Si nuestro querido Cristo apoyaba la ley de Moisés corría el riesgo de ser culpado de carente de misericordia. Me imagino que se dirían unos a otros ¿Dónde está el amor que tanto nos predicaba? Mira como ordenó matar a esa jovencita. En cambio, si el Señor sugería su libertad lo acusarían de violador de la ley. Él estaba entre la espada y la pared.

Todo ese ambiente de malicia, tumulto y palabras rebuscadas se desarrolló mientras Jesús sólo escribía en la tierra. Nos hubiese encantado saber que escribía, pero me puedo imaginar que usó el verbo amar, como lo sigue usando a diario. Levantó su vista y respondió serenamente: “Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”, de inmediato bajó su cabeza de nuevo y se concentró en su preciosa escritura a mano. Cuando el maestro volvió a levantar sus ojos, misteriosamente todos los acusadores se habían marchado y la mujer estaba sola frente a él.

¿Dónde están los que nos acusan cuando Jesús responde por nosotros? ¿Tiene algún “Hater” el permiso para alzar su mano y golpearnos? Palabras ofensivas van a haber, comentarios destructivos, gente dañina en cualquier espacio donde lo dejen expresarse, pero se irán callados uno por uno cuando la palabra del Salvador se manifieste en nuestra vida, darán la espalda y se irán por donde vinieron. Dios ha puesto en nosotros la capacidad de no dejarnos dañar por nadie, de guardar nuestro corazón de cada herida. Cada vez que caigamos o que cometamos una falta estaremos frente a Jesús diciéndonos: “Tampoco yo te condeno. Vete, y no peques más”.

Por: Moisés Mota Hernandez

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