Relaciones que matan.


Hoy quiero contarles un poco de mi historia en el evangelio. Dentro de varios meses estaré celebrando 5 años en los caminos del Señor, pero antes de esta historia había hecho votos con el Señor, votos que yo, por mi falta de identidad y determinación rompí.

Si no me equivoco, fue para 2012, no tenía mucho tiempo de haber entrado a la universidad. En una actividad de la iglesia en la que me congrego, decidí recibir a Jesús en mi vida, y para serles sincera, ahora creo que nunca estuve segura ni entendí lo que implicaba esa decisión. Desde mi niñez he sido una persona bien portada y llevaba muy pendiente la educación que había recibido de mis padres, pero hay cosas en el mundo que exceden a la educación, formación e inteligencia. Las personas que nos rodean, con quienes nos relacionamos influyen poderosamente en nuestra vida, más cuando no estamos seguros de quienes somos. Continuando la historia, inmediatamente una amiga de la universidad llamada Mildred, que es cristiana, comenzó a tratar conmigo y guiarme, hablando sobre temas de la vida cotidiana, música, en fin, intentó ayudarme a crecer en los caminos del Señor, cosa que no valoré mucho en aquél tiempo, al contrario, las relaciones que tenía en ese momento no me beneficiaban en lo absoluto, tenía un grupo de ‘amigos’ que cada vez que me preguntaba sobre mi fe, la música que estaba escuchando, mi estilo de vida y mi exagerada ‘santidad’ hacían que me sintiera incómoda, fuera de lugar. Usaban palabras indispuestas, tocaban temas que se supone un seguidor de Jesús no puede ni debe escuchar por su propio bienestar, mi reacción era ‘nula’, no hacía nada, sentía como si estuviera atada, no sabía cómo ser luz ni sal, pero tampoco salía corriendo de aquel lugar.

Estaba decepcionada de mí, volví a tomar los hábitos de antes, escuchar la misma música, el mundo me estaba envolviendo y lo peor de todo es que me sentía culpable, pero no hacía nada. Como resultado, mi vida de oración menguó porque sabía lo que hacía no estaba bien y que ante Dios me sentiría sucia y pecadora. Dejé de leer la Palabra porque sabía que recibiría corrección, pero nunca pensé que recibiría perdón y amor en medio de aquella corrección.

Mi vida espiritual duró poco, fue decayendo bastante rápido, nunca dejé esas amistades que no me aportaban y me alejaban de Dios, así mismo, sentí como volvía a ser esclava del mundo y sus corrientes. Para ese tiempo, una amiga de la infancia también pasaba por lo mismo en ese momento, ninguna pudo servir de apoyo para la otra, así que ambas decidimos soltar la toalla, dejar de seguir a Jesús y abandonar nuestra fe.

Estaba en el mundo, muerta espiritualmente y a la merced del enemigo, duré un tiempo luchando para salirme de sus garras y volver a los brazos de Jesús, pero el enemigo intentaba avergonzarme, hacerme creer que era demasiado tarde, puso vergüenza en mis hombros y plantó en mi la creencia de que no sería perdonada, cuando por otro lado estaba Jesús llamándome, con sus brazos de amor extendidos para mí, hasta que en el 2014 me reconcilié con el Señor y la historia ha sido otra. He fallado, sí, he pecado, también, pero he visto la fidelidad de Dios en cada momento de mi vida, levantándome, corrigiendo y enseñándome. Pude entender varias cosas:

1.      Las relaciones influyen mucho en todas las áreas de nuestras vidas, hasta el punto de llevarnos a hacer cosas que sabemos no están bien pero que para ser ‘parte’ de un grupo llegamos a hacer. Yo nunca deje mis amistades pasadas y eso afectó mucho mi vida y crecimiento espiritual.

2.      Si no oras, si no lees la Palabra, te mueres. El mundo pasa a tomar lugar en tu vida. ‘No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna’ Gálatas 7: 7-8.

3.      ‘Cada uno llevará su propia carga’ Gálatas 6:5. Entendí que todo lo que me pasó no fue nada menos que mi propia responsabilidad, por no valorar ese regalo tan grande llamado salvación.

4.      Debemos andar como hijos de luz (leer Efesios 5:1-20). Una persona lavada por la sangre de Cristo debe estar consciente de cual es su posición en el mundo, no podemos ser partícipes de pecados morales ni sexuales, pero tampoco de palabras deshonestas, necedades, truhanerías

5.      La luz hace que todo lo oculto se haga manifiesto. Cuando Jesús volvió a mi vida entendí es mejor andar en luz, en vida, en el camino que, aunque ahora no es muy famoso, es el correcto. Reconozco de dónde Dios me sacó, lo difícil que fue para mi y no quiero volver allí, quiero recibir la herencia en el Reino de Cristo.

Y a ti, que por alguna razón menguaste en tu vida espiritual, estás en el suelo, has dejado morir y apagar el fuego que hay en ti, quiero compartir contigo lo siguiente:

‘Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo.

Por lo cual dice:

 Despiértate, tú que duermes,
Y levántate de los muertos 
Y te alumbrará Cristo.


Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo’ Efesios 5: 11- 18.

Es tiempo de volver a la luz, es tiempo de volver a la vida... ¿Qué esperas?


Por: Crismeli De Jesús.

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