Santidad que transforma
El único atributo de Dios que no basta con mencionarlo una sola vez es su santidad, el esplendor de su gloria hace que nuestro ser se estremezca, nuestra alma sea quebrantada y nuestra carne se derrita ante su majestad. Sencillamente el brillo de su poder nos hace sentir expuestos, desnudos y sin nada que ocultar, es como si esa luz fuese tan fuerte que revelara todo lo oculto; sin dudas las imperfecciones se desbaratan y lo impuro no resiste tanta santidad. Eso lo viví, sentía como cada parte de mí se sacudía y como esa grandeza compungía mi alma. Recuerdo que vi a Dios, ¡Sí, era Él! Ese ser inmenso que creó el cielo y los mares, que invento todo lo que existe, estaba frente a mí. Sentado en un enorme trono lleno de gloria y poder, y solamente el borde su manto llenaba el templo donde yo estaba. ¡Wao! De una manera tan repentina pero tan hermosa me reveló su infinita belleza. Junto a Él vi ángeles poderosos, nunca había visto seres tan brillantes, tan fuertes y amorosos. Te